viernes, 5 de diciembre de 2014

De los pequeños colectivos y el anonimato masivo

Quizá el único contacto que tuve con una entidad fuerte dentro de la industria de la música fue cuando produje y arreglé un Cd para una disquera muy reconocida, hace algunos años. Fue un aprendizaje enorme y una experiencia muy valiosa; era la primera vez que producía un disco (diferente al mío), y la primera vez que me veía involucrado en un proyecto tan grande. El proceso fue muy emocionante y desgastante a la vez, y al final de un mes y medio de trabajo intensísimo teníamos un disco con el que estábamos muy felices.

El disco resultó ser un éxito total, y tras su su lanzamiento el aprendizaje continuó vivo e intenso para mí incluso ya habiendo cumplido con mi trabajo. Quizá tanto por mi inocencia como por mi precaria situación económica del momento, sumado a una buena dósis de ego personal que reclamaba algo de crédito dentro de un trabajo que sentía como muy propio, me costó ver triunfar a través de la vitrina el trabajo que habíamos realizado y con el que estaba tan involucrado emocionalmente.

“A nadie le interesa saber quien es el productor o el arreglista, si no es famoso”, fue la respuesta que recibí varias veces.

En su momento la respuesta me parecía tan confusa como hoy en día. Desde luego, entiendo que sería un absurdo pretender hablar en cada entrevista o artículo acerca de toda la gente que hace posible que un trabajo musical salga adelante, pero de ahí a no mencionar a nadie en ninguna plataforma,  únicamente por la excusa de que a la gente “no le interesa”, hoy por hoy me sigue pareciendo absurdo.

Esta tarde, varios años después, vinieron a mi casa una mujer muy querida con su novio chileno, a comprarme mi Cd “BBB”, el de Sofia Ribeiro “Ar”, “Yerakina” de Banda Magda y “Este instante” de Marta Gómez. Conversando un rato con ella, me contó que me había conocido por el video de “Qué difícil es hablar el español”, y que luego por mí había conocido a Sofia, Magda, Marta y otros de los músicos con quienes suelo trabajar, y que estaba encantada con el trabajo de todos. Ayer vino otra persona y me compró los dos Cds de Banda Magda (porque ya tenía todos los demás!), y además de animarme mucho a sacar un nuevo disco mío, me dijo que esta ansiosa por que salga el nuevo Cd de Sofia, el de mi hermano Nicolás, y el de Marcelo Woloski. Mañana y toda la semana seguirá viniendo gente a comprarme algunos de los Cds que estoy vendiendo (entre los cuales figuran tres de amigos míos); no hizo falta nada más que un post en facebook anunciando que los estaba vendiendo porque ya muchos conocían la música muy bien .

Cada vez con más frecuencia me pasa que se me acerca gente en los conciertos a decirme que conocieron mi trabajo a través de alguien más, o que al revés a través mío supieron de la música de otros... y ahí poco a poco me da la sensación que ha ido creciendo este entramado de músicos independientes del cual formo parte, donde desde un lugar de admiración mutua y desinteresada nos estamos ayudando todos con todos, movidos siempre por una fuertísima convicción de que el mundo tendría que conocer el trabajo de nuestros amigos y colegas por ser excepcional y único. Saber que a través mío alguien conoció el trabajo de algunos de mis amigos para mí es una alegría enorme, y estoy seguro que lo mismo sienten ellos.

Así que bueno, si bien es verdad que mi trabajo no figura dentro de los medios de comunicación masivos y que mi “mercado” es ínfimo al lado del que pueden manejar las grandes disqueras, el hecho de que en cada concierto se me acerquen varias personas y me hablen del trabajo de mis colegas es una demostración de varias cosas: que la industria falla en arropar a todo el mundo dentro del mismo manto, y que la gente esta mucho más abierta para alejarse de las fórmulas convencionales de lo que los medios estarían dispuestos a arriesgarse a aceptar (y esto aplica para la música en sí, pero eso ya es tema para otro escrito).

Por mi parte, me alegra mucho no tener que pedirle permiso a nadie para hablar del trabajo de nadie, ni haber tenido que oir nuevamente la estúpida frase: olvídate, la gente no quiere saber de tí si no eres famoso. 






Maramargo

Tengo una imagen muy dura de un paseo a la costa de Colombia que hicimos con mi familia cuando yo era niño. Un día estábamos paseando por una playa cerca a la zona de Coveñas, y vimos a dos pescadores sacando una atarraya del mar llena de peces y montones de otras especies que quedaron atrapadas en la red. Los dos pescadores agarraron los peces que les servían y los metieron en unos baldes grandes, y recuerdo que me impresionó que no solo no devolvieron al agua los pescados más pequeñitos que no les servían, sino que agarraron una raya enorme y muy linda, la cortaron por la mitad con un machete y la tiraron de nuevo al mar por mera y cruel diversión.

Es un tormento saber que soy parte de este cáncer terminal que invadió a nuestro planeta, y aunque procuro mantener todo lo que escribo por este medio relacionado a mi entorno profesional de la música, alejado del pesimismo inevitable que me produce a diario el ser testigo del tristísimo deterioro de nuestra casa, este video me removió las tripas y me tiene despierto a la 2am escribiendo esto. Creo que hacer oídos sordos a todo lo que pasa y vemos dentro y fuera del cibermundo ya no puede ser una opción para mí ni para nadie,.. yo personalmente me siento un poco más tranquilo en la medida en la que me puedo ir desenmarcando dentro de mis limitadas posibilidades de este sistema destructivo y absurdo en el que estamos metidos, y creo que si todos cambiáramos al menos un poco algunos de nuestros hábitos, podríamos hacer que esto nos durara un poco más.

Me consuela a veces pensar que durante millones y millones de años fue un lugar hermoso y sano y que tuvo una vida feliz, y que desafortunadamente me tocó conocerlo ya muy enfermo; leía el otro día que si pensáramos que la Tierra tiene 46 años (en vez de 46 billones), proporcionalmente de todo ese tiempo la humanidad solo ha estado aquí 4 horas, y en el último minuto es en el que prácticamente hemos arrazado con todo.

Por el momento, le voy a bajar definitivamente al pescado también. 



domingo, 10 de agosto de 2014

View Fee Free

En una de mis primeras visitas a Nueva York me encontré una noche con dos buenas amigas de la infancia. Dando una vuelta por Times Square me acuerdo que subimos a un hotel altísimo con un restaurante giratorio en el último piso, únicamente intentando asomarnos al ventanal (imaginábamos que los precios serían completamente impagables arriba, y desde luego no estaba en nuestros planes gastar nada que un estudiante sin un peso como nosotros podría permitirse). Al llegar arriba vimos que para poder acercarse a la ventana del restaurante había que consumir algo, con lo cual los tres dimos vuelta y regresamos al ascensor. Por pura curiosidad eché un vistazo a la carta pegada a la pared antes de bajar nuevamente a la calle, y para sorpresa mía vi que había una cerveza que costaba algo así como 15 dólares. “Estamos aquí con dos amigas de la infancia, así que qué carajos”, dije. “Gastemos 15 dólares cada uno y sentémonos un ratito a celebrar con esta vista giratoria de más de 50 pisos”. Animados nos sentamos y conversamos un rato largo mientras disfrutamos de una carísima pero meritoria cerveza, y por supuesto de una vista impresionante y un muy emotivo reencuentro. Palidecí cuando a la hora nos llegó una cuenta por alrededor de 100 dólares, y cuando ya me disponía a levantarme a protestar por semejante error en la factura (y que además atentaba duramente contra mi frágil economía), vi al final del recibo, abajo del precio de nuestras cervezas y los debidos impuestos, un número con el que no contábamos y que a los tres nos pateó en nuestra insolente inocencia: había un “View Fee” (o en español, un precio por la vista), que costaba 50 dólares.

Hoy me tomé una cerveza con unos deliciosos “tremoços” ante el imponente río Douro (Portugal) en compañía de Sofia Ribeiro. El “view fee” aquí me habría costado una fortuna, pero o se olvidaron de cobrarlo o en Times Square patentaron el concepto y aquí no lo pudieron implementar. Sea como sea, al final pagué solo dos euros.

Salud por las vistas “View Fee Free”!









lunes, 21 de julio de 2014

“Sueños de traductor”

La semana pasada estuve en cine viendo una película que relata la vida de algunos refugiados y guerrilleros palestinos en los años setenta, y de cómo transcurren sus días en medio de algún lugar remoto entre el monte y el desierto. La película es muy sugerente, y me parece que invita al espectador a entrar por un momento en la monotonía y el absurdo de la situación en la que vive esta gente con un futuro tan difuso e incierto por delante. El título de la película es igual de sugerente, y abre la película llevando a la audiencia a pasar unos días en ese mundo trágico como un observador más.  “When I saw you”, se llama.

Al parecer al traductor al español no le pareció que “Cuando te vi” funcionaría como título, así que decidió ponerle uno diferente: “Sueños de libertad”.

Absurdo, ridículo, insólito.

Primero porque ya hay varias películas con esa traducción:  “Shawshank Redemption” (1994) de Frank Darabont, “The Immigrant” (2014) de James Grey, “Their eyes were watching God” (2005) de Darnell Martin, y quien sabe cuántas más, tienen en común que en español se llaman igual.

-“Te invito a ver ‘Sueños de libertad’.
-“Ay qué lindo, gracias! Cual de todas?”
-“No, no, no... sorpresa, sorpresa!”


Segundo, porque cómo es que pasan de un título tan ambiguo como “When I saw you” a uno tan explícito, cursi y gastado como “Sueños de libertad”? Apostaría a que encima es algo que el director nunca aprobaría!

-Steven, nos parece que “Jurassic Park” tal vez no venda mucho en nuestro país. Qué te parece si mejor le ponemos algo como “Corre, es el terrible Tiranosaurio!!!”?

Para nadie es un misterio que hay ocasiones en las que no queda más remedio que modificar el título original de la película por uno diferente al cambiar de idioma- algunas veces por ser estos expresiones típicas de la otra lengua, por involucrar juegos de palabras sin traducción literal posible, o simplemente porque sonoramente quedan muy mal. Sin embargo me parece un abuso y un atropello al criterio del director el cambiar el título original por cualquier payasada, pasando por encima del espíritu de la película y únicamente pensando en la manera de hacerla más comercial.

En fin, no queda más remedio que buscar en internet el nombre de la película original y hacer oidos sordos al nombre en cartelera. Por el momento solo cabe esperar que alguien le recuerde al genio que le puso “Sueños de libertad” a la película de Lamma Shoftak “When I saw you”, que ya hay montones de películas con ese mismo nombre y que no insista en confundir al pobre Google (y que de paso le sugiera ver las películas muchas más veces antes de cambiarles el título, a ver si logra captar mejor el espíritu de la narración!). O tal vez deberían dejar de decidir las traducciones a los títulos de las películas en medio de borracheras con amigos, y pasar a hacerlas el lunes por la mañana en horas de oficina cuando todavía reine la sobriedad y la cordura.

La lista es interminable, pero aquí les dejo algunos casos memorables que se me vienen a la cabeza en este momento, también victimas de este síndrome del traductor creativo.

“My Girl” (1991).
Traducida en Latinoamérica como “Mi primer beso”.
Me imagino que al responsable de ponerle ese título en español lo echaron del trabajo cuando salió la secuela “My Girl 2”! (“Mi primer beso 2” se habría llevado el premio al título más ridículo en la historia del cine. Y para completar en la secuela la niña ya no se da ningún beso!).

“L’Auberge espagnole” (2002)
Aunque su justa traducción habría sido “El albergue español”, alguien decidió traducirla genialmente a “Una casa de locos”. Y aunque cualquiera pensaría que es una película gringa hermana de “Una navidad de locos” o “Mi mico es un loco”, la realidad es que es una película española-franesa muy original acerca de un grupo de estudiantes Erasmus de diferentes países europeos que viven un año en un hostal en la ciudad de Barcelona.

“Child’s Play” (1991)
Traducida al español como “Chucky, el muñeco diabólico”.
Como si la audiencia fuera idiota, necesitan recordarle al público que el protagonista es un muñeco diabólico (y para evitar malentendidos dejan bien claro que además se llama Chucky). Menos mal no le pusieron a “Rain Man” (1988) “Raimundo, el hombre autista”.

“Pinocho” (1940)
Traducida al español como “Qué niñito más mentiroso”.
Por suerte alguien se opuso, y dejaron el título original.